viernes, 13 de enero de 2017

El Glorioso Movimiento Nacional.


En este pasado año 2016, se cumplieron los ochenta años desde que se gestó y proclamó el Glorioso Movimiento Nacional en cuyo nombre se cometieron las mayores atrocidades aquellas  que ya nadie quiere recordar.
Carlistas y falangistas de Navarra, con la complicidad de una parte del Ejército y de la Guardia Civil, por las fuerza de las armas y aprovechando la indefensión en la que vivía la población, bajo las consigna las instrucciones y el pregón del General Mola y con la bendición de la Iglesia Católica, llevaron a esta tierra en medio de una gran algarabía, a sufrir los días más trágicos y dramáticos de su historia.
Una amalgama de intereses cómplices y silencios armados han propiciado que hasta estos días las gentes de Navarra todavía no han relatado, valorado y reconocido adecuadamente lo que sucedió entonces. Ahora como nunca es necesario volver a recordar los hechos que se vivieron aquellos días cuando aquí se gestó aquel golpe de mano del que todavía quedan muchas huellas y heridas. 
Al cumplirse los ochenta años tampoco se ha construido más relato, ni se han puesto en valor aquellos hechos, ni se han propiciado más reconocimientos
Era necesario volver a recordar cómo se planificó y justificó la escarda de quienes portaban aquellos ideales republicanos con los que pretendían cambiar el mundo rancio en el que vivían que propugnaban una sociedad laica e igualitaria, y trataban de construir un Estado con una estructura descentralizada.
En el recuerdo se hubiera tenido que hacer visible cómo ocurrieron los asesinatos en las primeras semanas, como los sublevados organizados en cualquier pueblo de la ribera hacían las detenciones y llenaban las sacas para llevar a matar con total impunidad, y lo que supone para una población escasa que en unos pocos días arranquen a más de tres mil doscientas cuarenta personas de sus casas.
También se hubiera debido recordar con profusión; la represión sobre las mujeres perdedoras que amargamente pudieron superar con esa dignidad que les siguió hasta el final de sus vidas y con esa fuerza incansable con la que trataron de paliar su hambre y la sed de sus hijos, aquellos huérfanos que nunca vieron reconocida su orfandad.
El terror, la cárcel, la represión y el exilio a las que se vieron abocadas las gentes perdedoras y la miseria económica y humana producto de aquellos crímenes y que dejaron lastrada la sociedad por muchos años se debía haber plasmado en la sociedad.
Con un relato más profundo y exhaustivo que hubiera aquilatado la trascendencia histórica que tuvieron aquellos días, nunca valorada, y lo que ha supuesto la inmersión de la sociedad en la oscuridad y en el olvido durante ocho décadas.
Y sobre todo se había de haber tratado de dejar constancia definitiva e inapelable, de las falsedades con las que desde todas las instancias se nos ha querido contar la historia, sin tener que contar la verdad, para calmar la conciencia colectiva y alimentar el orgullo de quienes se sienten merecedores de los frutos de la victoria.
Aquellos hechos fueron consecuencia de Glorioso Movimiento Nacional, así queda constancia los sublevados en todos los documentos que dejaron y que cuando sucedieron en realidad no había comenzado la guerra, y en Navarra: nunca hubo guerra, ni frente de guerra
Y la guerra nunca fue una guerra civil.
Los vencedores impusieron este término como una manera de justificar: sus desmanes, sus atrocidades y sus crímenes. Era la manera de no tener que explicar que los desmanes del bando nacional se dieron por orden expresa de los militares sublevados, incluso los actos de salvajismo que se hicieron por parte de los militares golpistas, se hicieron con la intención de que el golpe no tuviera vuelta atrás y que en último extremo, si el golpe fracasaba a medio plazo, provocara una guerra. Utilizar esta terminología era la manera de que ellos, los vencedores y provocadores, no hubieran de asumir la responsabilidad de las más de dos décadas en las que llevaron a la población a la miseria y al hambre en medio de un dolor y de un particular odio y la compartieron con quienes se opusieron a su levantamiento militar. Luego repitieron hasta la saciedad este concepto de guerra civil para resumir qué pasó en aquellos años culpando a quienes se mantuvieron en la legalidad republicana y ocultar: la naturaleza del anterior régimen, su ilegitimidad y su responsabilidad.
Es una de las lecciones mejor transmitidas a la sociedad y más remachadas desde que hicieron arqueo de las consecuencias de la guerra que habían propiciado: fue una guerra civil y en las guerras civiles, hermanos contra hermanos, se dan toda clase de aberraciones por ambos lados.
Una visión de la realizad que ha puesto gafas de color a los observadores y que han asumido incluso quienes se han quedado solidariamente con la víctimas de aquel Glorioso Movimiento Nacional.
También se han de mostrar pruebas por enésima vez con la infinidad de testimonios que nos quedaron que las personas muertas o desaparecidas no fueron fusiladas sino que fueron asesinadas con premeditación alevosía.
Se ha de hacer desaparece este termino de fusilados porque es una manera infinitas de seguir humillando a las víctimas Este concepto de fusilamiento, da por entendido que es la manera de ejecutar una pena luego de un procedimiento judicial legítimo con las debidas garantías legales y sus protocolos entre los que se encuentra entregar de inmediato el cuerpo sin vida a la familia. Ninguna de estas premisas se cumple en estos casos y hoy todavía no se sabe dónde están enterrados muchos cuerpos.
No fueron fusilados… fueron asesinados.
El final de las consecuencias del Movimiento Nacional no se produjo treinta y nueve años después, cuando cerró sus objetivos con la impunidad que le garantizó la Transición, sino que el final se dará cuando se cuente qué pasó.
Pues bien:
Después de ochenta años, toda clase de asociaciones, colectivos y personas, que entienden que la verdad de aquellos días y de aquellos hechos, todavía está por hacer, y que las responsabilidades que hubo en aquellos hechos y las obligaciones del silencio están todavía por enmarcar, en lugar de aunar los esfuerzos para recordar, exigir y delimitar aquellas circunstancias aquellos hechos y aquellos responsables, estos grupos de la memoria a la par de la inoperancia de los partidos y políticos que se declaran memorialistas, al menos en la tierra que bien conozco, se han entregado a mirase el ombligo y a atusarse el flequillo para salir bien en las fotos del periódico. 

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