Buenos días. Quiero agradecer sinceramente a las
personas docentes de esta Universidad de Antioquía que me han invitado a
exponer mis ideas en estas jornadas y que han puesto en valor mi obra: La
maldición divina, te ganarás el pan con el sudor de tu frente. También quiero pedir
clemencia a quienes estéis ahí dispuestos a escucharme durante un rato porque me
he preparado veinticuatro folios que aunque sean de de letra gorda… que dios
nos coja confesados.
Tengo cuarenta minutos para explicar la relación que
hay entre que la vida es un bien escaso, que es el título de la ponencia, y te
ganarás el pan con el sudor de frente, que es la definición de la maldición
divina y que hace referencia al tiempo de la vida que gastamos en trabajar para
satisfacer nuestras necesidades.
Espero que sea unos minutos que recordéis siempre.
Voy a tratar de utilizar un lenguaje directo y
provocador, muy a mi estilo, que a propósito: es escasamente académico. Entiendo
que es la única manera de que estas ideas que voy a exponer, que se pueden
entender como extrañas y vanas, tengan, el impacto que pretendo en quienes me
estáis escuchando cuando no tengo más que unos pocos minutos para llegar a
alcanzar vuestra atención.
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En estas jornadas espero quedará claro que hablar de
abolicionismo es ir más allá de un cambio de sistema económico social o
político, es predicar por un cambio de civilización, desde muchos puntos de
vista necesario.
Una civilización que ha llevado de manera permanente a
la humanidad, a ser gobernadas por gentes propensas a las injusticias, y a las
que poco o nada, les importaron sus súbditos. Gobernantes que procuraron
guerras y dictaduras, y que en medio de esa gran abundancia de la que provee la
madre naturaleza, salvo en momentos excepcionales, solamente fueron capaces de
alimentar hambrunas y miseria entre las poblaciones a las que imponían su poder.
Palabras mayores que hemos de llenar de profundidad.
La civilización que moldea las conciencias en el mundo
occidental, es la que se conoce como la civilización judeo cristiana, cuyo
ideario social, representa la base filosófica de todo aquello que habríamos de
abolir para conseguir un mundo más justo y humano.
Un proceso de cambio de civilización que ya se ha
iniciado por infinidad de personas que llevan siglos denunciando las desgracia
que producen el quehacer humano desde esta concepción y funcionamiento del
mundo, aunque día a día, el núcleo duro de esta civilización, recompone su
poder y fuerza secular y permanente.
Esta civilización, que se basa fundamentalmente en la
existencia contingente de un dios todopoderoso y vengador, que ha tenido
condenadas a todas las generaciones habidas en el mundo a vivir en un valle de
lágrimas, merced a las leyes que él mismo ha dado y a las desgracia que les ha
enviado cada cierto tiempo por ser pecadoras.
Los actos de este dios y la filosofía que emana de sus
actos, quedan explícitos en la novela sagrada con la que comparte sus historias
y tradiciones, sus dogmas y consignas, las llamadas religiones monoteístas:
judíos, cristianos y musulmanes. Las tres sectas, todavía hoy, viven en una
lucha criminal por la supremacía de sus diferencias en el devenir de la
civilización. Esta sería una causa justa suficiente para procurar por la
abolición de las propias religiones sin que pudieran esconderse en aquello de
la libertad de culto.
Desde la historia inverosímil que narra esta obra
grandiosa que se trasmite generación tras generación, está la base filosófica de
la civilización que da barniz y esplendor el género humano. En ella, se relata con
una crueldad que raya con un cierto sadismo, las maneras que el buen dios
tenía, ya desde el principio de los tiempos, de dirigir los designios de su
pueblo y determinar quienes eran los buenos y quienes los malos y premiar a los
malos y castigar a los buenos.
Es esa idea del castigo la que sigue impregnado la
civilización actual corrompiendo sus cimientos desde la infancia. Sin pudor, y
al amparo de los propios padres, se prepara las conciencias de quienes todavía
no han iniciado su vida, para que se sometan al temor al castigo de dios, o de
los hombres que representan su gloria en la tierra.
Es el mismo dios, que en la historia moderna, ha dado la
legitimidad exigible a todos los poderes institucionalizados: religiosos,
políticos, económicos y sociales. Así cualquier poder si quiere mantener el
poder que ha tomado y darle la legitimad requerida, se tiene que agarrar a este
dios y sostener sus alabanzas.
En esta realidad no es definitivo ser agnóstico o
ateo.
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La obra que presento con la que os vais a entretener y si acaso os
va hacer pensar un rato, se titula: la maldición divina y según la novela
sagrada dice aquello de: te ganarás el pan con el sudor de frente, que fue espetado
por el dios de la Biblia, al primer hombre que habitó la tierra, cuando lo
expulsó del paraíso donde vivía en la holganza, y obligándole desde entonces a
trabajar para el resto de sus días.
En realidad, con la excusa de esta increíble
maldición, los poderes que han gobernado el planeta sucediéndose un sistema con
otro, todos han conseguido implementar en la sociedad una especie de esclavitud,
que ha afectado a toda la población, menos a quienes ostentaban el poder
político y religioso y a quienes les servían como esclavistas.
En la obra que está a vuestra disposición tanto en el
Blog de referencia como en PDF que podéis solicitar, explico el ir y venir de
mi propuesta en un relato que he tratado de que fuera circular y cerrado. Son
sesenta capítulos en los que se pueden hallar todas las respuestas en torno al
trabajo y a todas las facetas que hoy cuestiono.
En la obra, se trenzan algunas exposiciones de la
realidad, con casos siempre verídicos, y con la muestra más que evidente de las
graves contradicciones económicas sociales y humanas que tiene este sistema y con
todas las reflexiones que me surgen ante esas realidades concretas.
Sus páginas explican de forma sencilla: cómo el
sistema está soportado en el trabajo de una parte de la sociedad, que vive
angustiada cuando no lo tiene, y las más de las veces, frustrada cuando lo
tiene, y se demuestra: cómo este trabajo humano está muy mal agradecido, aún siendo
como es: el soporte de toda actividad económica real, y del producto de este
trabajo, es del que se aprovecha y vive el resto de la sociedad que no trabaja.
Someramente, al final de la obra, se fundamentan y
plantean algunas alternativas sobre las que: las personas que hayan de trabajar
durante toda su vida, creo que han de reflexionar y sobre las que la sociedad,
habrá de corregir: conductas, conciencias, estrategias y leyes.
Podréis comprobar que esta es una obra que no puede
gustar a ninguna de las inteligencias políticas y económicas que ostentan el
poder en la actualidad. Estos entes que están aislados del mundo real, viven en
de las bondades de un sistema que hace a las personas trabajar sin sentido en
la marabunta que han desorganizado, y que por lo tanto desde su visión de esa
realidad, la población les ha de estar agradecida por proveerle de trabajo y
hacerle trabajar.
Talentos y defensores del sistema que no pueden ir más
allá de lo que salvaguarda sus intereses y los intereses de sus amos. Amos que
no son capaces de superar los miedos que padecen desde siglos atrás, a que las
personas, puedan disponer de su vida libremente y al margen de la libertad que
ellos mimos delimitan.
Voy a dar razones sencillas de estas propuestas que
hago en torno al trabajo y su sinrazón tal y como se ha entendido en el pasado
y se entiende en la actualidad. En esta ponencia en la que procuro por la
abolición del trabajo tal y como está conceptuado y organizado en este sistema,
voy a tratar de explicar estas razones, con pocas palabras, y con la intención
de que sean entendidas en su justa medida.
Yo he trabajado y he trabajado mucho a lo largo de mi
vida.
Ya son casi cuarenta y cinco años de ganarme el pan. Y
he trabajado porque fui educado en el trabajo y en afrontar mis
responsabilidades desde el trabajo y más que nada porque era el único bien que
yo tenía para enfrentarme las vicisitudes de mi vida. Y he trabajado porque no
he tenido otra manera atender mis necesidades.
Y mi trayectoria laboral siempre ha sido ascendente.
A lo largo de estos años he trabajado duro, y he
ayudado a que otras personas trabajaran para ganarse la vida o bien facilitando
empleo o tratando de mostrarles cómo ganarse la vida desde su propia iniciativa
Siempre he tratado de que el trabajo que pudiéramos
hacer, fuéramos quienes fuéramos quienes trabajáramos, lo realizáramos con el
mínimo esfuerzo y el máximo resultado. Esta forma de entender el trabajo
siempre queriendo esquivar la idea de la productividad necesaria para ganar más
dinero, y sobre poner aquella de que: nos cueste menos hacer las cosas para
irnos antes a casa.
Algunas veces me he quedado sin trabajo y con mi
nombre se han engordado las listas de desempleo. También por unas
circunstancias y otras he dejado a otras personas sin el trabajo que tenían. En
ambos casos, he padecido en el fondo del sentimiento, la fatalidad que
significa la falta de trabajo para quienes no tenemos otro medio de ganarnos la
vida que nuestras capacidades personales, o sea nuestras manos, porque en
última instancias son nuestras manos, y en realidad, de muy poco sirven
nuestras cabezas cuando se llega a este punto en el que te encuentras sin
trabajo.
Puedo asegurar que he vivido una crisis en cada una de
las cuatro últimas décadas que he conocido directamente desde mi trabajo.
También tengo en el recuerdo de que en todas estas crisis, quienes trabajaban
han tenido que comerse su angustia en silencio, y ellos han sido quienes las
han sufrido con mayor intensidad sus efectos. Unas crisis que paradójicamente
siempre tenían una justificación que hacía inocentes a los culpables de
producirlas.
Aunque mi bagaje cultural pueda ser más o menos amplio,
para justificar y argumentar la propuesta que desarrollo, principalmente me
baso en mis experiencias personales cotidianas. Constantemente hago referencia
a: cuestiones que he comprobado en la práctica desde la perspectiva que me ha
ofrecido mi propio trabajo.
Relato algunos hechos simples que me han sucedido y de
los que se pueden sacar lecciones sociales esenciales. También, en algunos
casos, doy voz a las aportaciones de mis amigos y a conversaciones que he
tenido con ellos.
Así creo que es más fácil explicar las cosas.
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Desde hace muchos años trato de trabajar con arreglo a
los principios que ahora he perfilado y dado forma escrita en esta obra. No
obstante, luego de acabarla, me he demostrado, que en realidad no he
descubierto nada nuevo, porque otros antes ya los habían argumentado y definido.
Así que trataré de explicarlos ahora de otra manera.
Mis experiencia y los conocimientos adquiridos son los
que me llevaron a pensar equivocadamente que el mundo económico, aquel que desde
su propia dinámica administra los recursos escasos que tenemos para el
mantenimiento de nuestra existencia, estaba dividido en varias porciones y que
se repartían los frutos de la actividad económica de manera: proporcional, equitativa
y solidariamente:
Estos eran los factores clásicos que me había
enseñado:
La Tierra: Que representan todas aquellos bienes que durante su
vida útil aportan sostén a la actividad económica y que se remuneran con la
llamadas rentas.
Estos bienes en su gran mayoría son de propiedad y
utilidad pública y aunque ahora no es cuestión a discernir, este particular
afecta a la realidad y al futuro de la realidad.
El Capital. Es el elemento necesario para trasladar el valor de
los recursos de un lugar a otro. En tiempos pasados, los capitalistas eran quienes tenían la
función de emprender y se quedaban con un margen del volumen de la actividad que
promovía, al que se le llamaba beneficio. Hoy al capital se le remunera con un
interés del montante de dinero que provee en cada caso en el que se desarrolla
cualquier actividad
El capital hoy se aporta al sistema: como una lluvia
fina que cae de una gran nube de población insospechada y subyacente. Por medio
de algunas instituciones y de las decisiones políticas pertinentes, es el
factor en cuya defensa se ha soportado los últimos cambios del sistema económico
en el que estamos inmersos, y que es el que está en profunda crisis.
El Trabajo. Es la fuerza y valor del elemento humano en la
actividad económica. Es un factor al que el resto de factores le permiten unos
recursos económicos escasos, que sirven para administrar el sustento de una
parte mayoritaria de la población que es la que vive del factor trabajo.
En líneas generales, el trabajo que en la actualidad
se realiza en los medios de producción, tiene una situación que alcanza el
grado de esclavitud: por las condiciones de trabajo y las condiciones de vida
que permite ese trabajo.
En las últimas décadas
han nacido dos nuevos factores:
En este devenir de este sistema postmoderno en el que en
casi todo se ha copiado e igualado en todos los países del mundo, y se ha promovido
y avalado por el imperio del nuevo sistema que ha sido establecido independientemente
de los gobiernos en el poder, y determinado desde la influencia de las
instituciones financieras internacionales, que han de dar el visto bueno a todo
lo que se menea, y por la fuerza de las trasnacionales que han copado el
control de todos los productos y servicios estratégicos para el control absoluto
de la economía planetaria: alimentación, energía, comunicaciones, se ha introducido un nuevo
factor:
La Gestión. Es
la capacidad que tienen algunos entes y personas selectas, de estar en la picota
de cualquier centro de decisión sin temor a equivocarse al tomar las decisiones.
Si se equivocan las consecuencias las pagan otros.
La gestión es el factor que se ha hecho con el control
del resto de los factores. Es el mejor
pagado, ciento y pico mil al minuto, y el que da cobijo a todas las
aberraciones económicas sin que a nadie se le ponga la cara colorada. Nunca se
sabe quiénes son los que gestionan. Están escondidos en las madrigueras que
tienen en unos edificios muy altos a los que no puede subir la gente.
Fuera de que en un momento piensen una cosa y en el
siguiente digan la contraria: tienen la virtud de la infalibilidad.
Y sobrevolando por encima de todos los cuatro factores
que he explicado, queda un elemento, que si bien viene de antiguo, se ha
modernizado con los nuevos métodos de manipulación y propaganda y dando
apariencia de democráticos, con todos los medios de comunicación a su servicio,
se han convertido en un nuevo factor del sistema económico más trascendente que
ningún otro:
Es el
Estado. Es el negocio que se han
montado los políticos electos en elecciones desiguales, los asesores de los
políticos que con los que conformar su red clientelar y los funcionarios que
atienden de las necesidades del propio Estado, que hacen de inteligencia gris
del sistema, porque en el Estado, tienen garantizado su trabajo de por vida.
Estos son los factores que intervienen en el actual
sistema económico que en realidad lleva riqueza a una parte muy pequeña de la
población mundial. El resto de la humanidad independiente del continente en el
que se habite, vive entre: la pobreza, la miseria y las hambrunas.
Salvo en los discursos económicos cargados de
demagogia al trabajo: se le trata de ocultar y en todo caso despreciar al
capital humano por todos los medios.
Nunca se reconoce que el trabajo es el único factor
necesario para que todos los demás factores encuentren su rentabilidad. El
sistema sabe manejar la oferta y la demanda del trabajo de tal manera: que
juegan con su valor hasta los límites de la subsistencia.
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El crecimiento de la actividad económica general, el
crecimiento de la capacidad de facturar de estos factores, se presenta como
necesario para el funcionamiento del sistema, con el crecimiento todo se
soporta y se disimula.
Y en ese crecimiento es en el que sacan las ganancias.
Y desde esta base de crecimiento todo está pensado
para que todos los factores tengan salvaguardados sus intereses y sus objetivos,
y facilita que el elástico de la economía se establezca en el trabajo, y en el
incremento o disminución de la oferta y la demanda del trabajo, simplemente como
un dato estadístico sobre el que soportar la propaganda y en ningún caso por su
participación en el reparto de la tarta.
En este crecer por crecer: no importar el recorrido
que le queda al factor trabajo, si acaso crear empleos en los que haya que
trabajar más y ganar menos, y en el que principal componente sea la
productividad de la mano de obra directa sin entrar en costes del resto de los
factores.
Desde la soberbia que crece en este crecimiento, nunca
se contempla que es el trabajo en el que definitivamente mueve al resto de factores, porque es el único
que produce. Con las máquinas y la tecnificación no es necesario que el trabajo
crezca sino que las condiciones de vida mejoren.
Y no solo por lo que afecta al factor trabajo, cuando
crece la economía en los términos en los que se mide, estrictamente económicos,
los principales factores de la economía incrementan su movimiento, aunque en
esta medida, simplemente no interesan los valores humanos.
Y se olvida que para la gran mayoría de los trabajos
que se realizan, y que es previsible mantengan sus ritmo de crecimiento natural
por necesidad estrictamente social, trabajos en los que se precisa la presencia
directa de personas en los ámbitos de: la educación, la asistencia social,
atención sanitaria, entretenimiento y ocio, mantenimiento de las estructuras
sociales y ambientales, servicios profesionales y artesanos… son trabajos para
los que no se necesitan ni grandes inversiones, ni sumas de capital
inalcanzables, y que tampoco es necesaria más gestión que la que cada persona
es capaz de aportar.
Muchos de estos trabajos y las personas que los
ocupan, en buena medida, en la actualidad, y no importa si es por la crisis, se
ocultan de la sombra del Estado, porque si se sometieran a ella perderían su
capacidad de existir.
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Pero la realidad es que se ha trabajado mucho a lo
largo de la historia y muchos de sus esfuerzos y de sus obras han quedado
patentes. Millones y millones de manos que han construido el mundo que nos
rodea y que seguramente lo único que les interesaba y pretendían era tener
fuerzas suficientes para que sus hijos no pasaran hambre. Para ello estaban
dispuestos a entregar sus vidas trabajando, y muchos de ellos las entregaron a
trozos.
Cuando voy por el mundo y veo las grandes obras que se
han hecho a lo largo de los siglos: me rebelo por dentro. Puedo asegurar que
entre su envergadura y esplendor yo solamente me acuerdo de quienes las
hicieron entre esfuerzos y condiciones que ahora son inimaginables. Hombres que
no trabajaron para comer: porque la comida existía, en otro caso se hubieran
muerto de hambre mientras las construían, ni las hicieron por necesidad vital de
quienes las levantaron, que seguramente no las vieron acabadas y que si las
acabaron nunca más las volvieron a ver. Aquellas obras, los poderes existentes de
entonces, ascendentes de los actuales, aquellos que las mandaron edificar, en
realidad lo hicieron porque quisieron dejar un mensaje a la posteridad con el
que mantener vivo: no solamente su recuerdo, sino su ideario y fue su forma de
trasladar los frutos del trabajo.
Hoy vemos en cualquier población muchos bienes
abandonados muchas veces en las zonas más nobles de las ciudades. Bienes inmuebles
que supusieron un trabajo hace años y que ese trabajo ha quedado abandonado sin
remedio porque a nadie le interesa rehabilitarlo. Mientras tanto, se vuelven a
construir otros bienes, en otros lugares, que aunque aporten trabajo para ahora…
también mañana quedarán abandonados.
Nunca se trata de poner en valor de nuevo el trabajo
que se hizo anteriormente, porque a la larga, significa menos trabajo para
ponerlo en el plato de las limosnas.
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Pero la cuestión más actual y más importante con la
que nos encontramos es que si nos entretenemos en repasar algunas actividades económicas
que ya se pueden considerar cotidianas, vemos que muchas de ellas solamente son
labores inútiles, de profesiones inexplicables y pensadas para satisfacer
necesidades ficticias.
Son cientos de sectores y de profesiones que si mañana
desaparecieran nadie lloraría porque hubieran desaparecido, y los ahorros de
horas de trabajo para la población serían incalculables y cambiaría por
completo el talante social.
No es necesario poner nombres y apellidos.
Que cada cual ponga los que quiera.
Y se siguen inventando cada días trabajos y productos
nuevos que no tienen más sentido que evitar tener sentido. Siempre dentro de
ese esquema económico entre altruista y mecenas en el parece que lo importante
es generar trabajo para que la población: trabaje y pueda comer.
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Entre todas las convicciones propias
que he construido reflexionando sobre la manera en la que este sistema basado
en el trabajo de solamente una parte de la sociedad, hay algunas que me duelen
profundamente, son aquellas que siendo recurrentes: inciden y reinciden en las
vidas de las gentes con grave prejuicios.
Son algunas consignas y hábitos culturales aceptadas
de buen grado, que se van implementando y desarrollando entre las gentes, y
sobre todo entre la gente más joven, desde el requerimiento y el reconocimiento
de la sociedad,
Las voy a recordar poco a poco para
no sufrir mucho.
Esa
idea de que desde la escuela se ha forjar a la infancia: en el estudio y en
el esfuerzo y que se la mida y compare constantemente con los de su edad y
condición, como la mejor manera de introducir a la niñez en el mundo de los
mayores. Estudiar en algo que luego te encamine al mundo del trabajo. Esforzarse
para ser una persona de provecho. Acostumbrarse a competir para aprender cómo ser
siempre mejor que nadie en todos los aspectos.
Esas técnicas educativas que se practican en los
centro escolares con las instruyen a los menores en la sumisión y la obediencia,
sin respetar la simiente de libertad que hay que abonar en los seres humanos
desde la corta edad. Esa forma de adiestrar siempre: desde la idea de ir
domando bueyes y arrastrando al fracaso a muchas de las pequeñas personas que
caen en sus manos, en la medida en la que tratan de anular las diferencias y
los distintivos de las desiguales.
Esa urgencia
que ya en la segunda etapa de las
vidas de quienes están creciendo, en la raya de la adolescencia, por la que el
sistema educativo obliga a valorar: en que van a poder o querer trabajar, y a
decidir qué van a ser cuando sean mayores. Con estas clasificaciones los
encaminan en el recorrido escolar sin dejar que se madure el carácter y
personalidad y marcando quienes van a ser carne de cañón.
Y estudiar inglés. Que es muy
importante: el inglés, el alemán y el chino para encontrar trabajo de mayores y
si en el futuro hay que exportar mano de obra es más fácil.
Mejor si se aprenden los idiomas desde
la infancia.
Muchos hijos trabajan todavía más
que sus padres.
Para poder trabajar mañana.
El fomento y propaganda de ilusiones vanas,
en la bonanza económica y de las posibilidades del sistema para que las
personas desde sus propias capacidades puedan triunfar y tener éxito: aún en
medio de la crisis. A este ambiente ficticio de realidad virtual, a estas
ensoñaciones es a la que algunas personas jóvenes, que supuestamente se han
formado y preparado, se agarran ignorantes de la falsedad de estas esperanzas
de conseguir convertirse en emprendedores y crear sus propios proyectos
empresariales.
En el erial, ha de estar siempre rebosando el vivero
de los emprendedores. En definitiva los emprendedores son los que mantienen
vivo el sistema económico y lo hacen creíble en el vientre social. Así aparenta
el ideario, defender la libertad de mercado y la iniciativa privada, a muy
pequeña escala, pero que socialmente lo justifican y legitiman.
Con las supuestas oportunidades, tientan con tener sus
propio negocio a las personas que por su capacidad y por su calificación
pudieran estar en disposición de aportar una dosis importante de gestión en su
propia empresa. Pero luego, la realidad a la que los abocan es a que mientras
subsista su empresa, vivirán en el subempleo, que pasaran años suficientes para
adquirir experiencia y la mayor de las veces, la experiencia consistirá en
aprender a vadear la ruina a la que tendrán que hacer frente como puedan con abnegación
y paciencia.
Es perverso dar estos ánimos, estas invitaciones a las
personas jóvenes para que discurran y descubran lo que llaman nichos de mercado,
en los que crear puesto de trabajo… y a lo mejor hacerse ricos.
Esos
consejos a las personas que no tienen trabajo, de cualquier edad condición y formación de que: aunque no les guste,
deben aceptar cualquier trabajo que les ofrezcan a cualquier precio. Y estas admoniciones
las dan en cualquier momento las mejores mentes, las más pensantes: tratando de
deslegitimar a quien con su trabajo y su falta de sustento, puede hacer lo que
quiera y no aceptar cualquier trabajo.
Una estafa social en toda regla.
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La realidad es que el sistema está fagocitando a todas
las pequeñas actividades que han ido más allá de autoempleo. Esa clase media a
la que podían acceder los emprendedores, aquella que vive a su aire y a una con
sus negocios, ya está desapareciendo. Ahora, y en el futuro predecible, salvo
que sea individual, la subsistencia y la viabilidad de cualquier pequeño
proyecto, tiene muy pocas posibilidades de éxito.
Puede ser difícil de identificar este problemas con
las pequeñas empresas de iniciativa privada, la empresas de economía social, las
autogestionadas de forma individual o colectiva, pero esta es la realidad y nos
enfrentamos a un problema de imposible solución en la medida en la que todo se
quiere y planifica a lo grande en el sistema, para que todos los factores de la
actividad con un solo corte saquen una buena tajada.
Esta es una de las causas que están acabando con el propio
sistema y que además en su empeño por solucionarlo tiene que seguir engañando a
los más jóvenes, a los más intrépidos y a los más necesitados.
Esto es lo que hay y así lo voy contado.
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Llegar a entender que en esta realidad económica que
se ha construido, una parte importante de las personas, aunque quieran trabajar
no tienen trabajo, y que eso lleva a la pobreza y a la miseria de una parte de
la población, y querer acercar a la discusión una alternativa social es lo esencial
de esta obra en la que se pretende la abolición del trabajo.
Posiblemente, cada entorno económico estará en una
órbita diferente, pero todos están en el mismo universo, y tratándose del
trabajo, los escenarios con los que nos vamos a encontrar en el fondo, allí
dónde se alcanza el desespero y la pobreza, nada es diferente y todo es muy
parecido.
La alternativa a la concepción del trabajo, como
sustento y paradigma del sistema, no puede ser el trabajo garantizado para toda
la fuerza de trabajo que esté dispuesta a trabajar, como preconizan algunas
alternativas políticas desde la izquierda. Garantizar el trabajo a todas las
personas en condición de trabajar sería reconocer de inmediato la vigencia de
la maldición divina. Sería caer de nuevo en la trampa del trabajo y la
obligación de trabajar, y mantener la fórmula de que todos los derechos
provengan del trabajo. Sin dudar: seguiríamos inventando trabajos al infinito y
aun así, dejaríamos fuera del sistema a quien no quisiera trabajar en aquello
que se le hubieran ofrecido
Tampoco la alternativa a la maldición divina puede ser
el reparto del trabajo como amparan algunas organizaciones que trabajan en la
búsqueda de la justicia sindical y social. Sería repartir y legitimar muchos
trabajos que son ficticios.
No obstante, sería un avance repartir el trabajo.
Es un primer paso importante y necesario.
Debiera aplicarse mientras no se hayara una solución
definitiva al actual sistema de esclavitud al que hemos acostumbrado a nuestras
vidas
Para conformar una nueva concepción del trabajo, y organizar
la cadencias y los trabajos necesarios para la subsistencia y asistencia de las
personas, siempre entre quienes tuvieran la voluntad de trabajar, sería
necesario en una primera fase abolir todos aquellos trabajos inútiles, las
profesiones inútiles y todos los empleos que únicamente están pensados para el mantenimiento del poder político y
económico. Y esas profesiones que en realidad después de siglos de servidumbre
se han convertido en poderes fácticos y que sin hacer nada de provecho, se alimentan
de quienes trabajan en su atención, mantenimiento y subsistencia.
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Para trazar una alternativa hemos de esbozar una nueva
realidad en la que se puedan comprender circunstancias que ahora se ocultan;
·
Para la gran
mayoría de las tareas, los trabajos y los empleos, no son necesarias unas
inversiones muy costosas. Véase cuánto trabajo abandonado y despilfarrado en
bienes de inversión nos podemos encontrar tirados por la calle y desde los que
se puede construir cualquier forma de vida.
·
Relativizar la importancia del capital para
construir medios de vida en los que se produzcan los bienes y servicios
necesarios semejantes a los que se construyen con mucho dinero. En realidad cuando
se depende del dinero se acaban defendiendo los intereses de ese elemento
fútil, y que sin embargo, lo hemos considerado tan trascendente que hasta no
hemos creído que sin dinero nada es posible.
·
Los gestores, los
administradores, los jefes, aquellos que dicen cómo hay que hacer las cosas
para que sean rentables, solamente son necesarios hasta el momento en el que se
aprende todo aquello que ellos no saben.
·
Es necesario
convencerse, que es posible que desde la participación en las labores políticas
construir un Estado que: si tenemos la obligación de alimentar su sostenimiento,
sus decisiones y estrategias sean independientes de las necesidades del sistema
y sean proclives a la defensa de la población y a la organización del trabajo.
Muy poco a poco, y aprovechando esos huecos yermos y
desolados que ya ha dejado el sistema, tener capacidad para diseñar tamaños
mínimos de producción eficiente que: gestionados por las personas que trabajen
en ellos, puedan dar satisfacción a todas las necesidades humanas: las
primarias, las secundarias y las últimas.
La alternativa se ha de plantar lejos de las
condiciones y de las estrategia del sistema actual en el que los factores
dominantes tienen el poder, y cultivarla: lejos de la única clase viven un
escalón por encima del resto de los mortales que trabajan. Esa parte de la
población que se aprovecha de los frutos el sistema, quedará fuera nada más que
porque: seguirá siendo su principal herramienta propagandística.
Y luego que trabajen si quieren.
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De manera modesta, la alternativa a la maldición
divina, que se ha de implantar de inmediato es la Renta básica.
La población de la misma manera que hay muchas
cuestiones vitales que tienen una atención financiada por la sociedad de manera
universal y gratuita: educación, sanidad, fiestas populares, es necesario que
reivindique también: el derecho a la alimentación, al vestido y la vivienda.
Estos derechos se han de conseguir mediante una renta básica personal y
universal que a todas las personas les garantice la supervivencia sin necesidad
de ir a trabajar, principalmente, porque pudieran no tener trabajo o porque no
quisieran hacer el trabajo que se ofrece en el mercado.
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No tiene justificación alguna que la escasez de
trabajo abra las puertas de la emigración de personas a otros entornos
económicos, en los que quien necesita trabajo, busca ventajas ficticias con
grandes costes humanos.
El primer gran quebranto que nos encontramos cuando
las personas por necesidad parten a buscar trabajo muy lejos de sus lugares, es
que se cortan las raíces y una parte de la integridad de las personas se
arranca del ser.
Al emigrar, se tronzan las relaciones con el entorno,
con la tierra, con el paisaje, con la familia, con los amigos con las
tradiciones, con las aficiones, con los proyectos que se hayan hecho allá en el
lugar en el que se ha nacido.
Se hieren los aspectos más importantes de la vida de
las personas, más importantes que el trabajo por mucho que se empeñen quienes
ven el trabajo como un fin en la ida, aunque a esa parte de la vida que no está
dedicada al trabajo no tenga valor económico y no la tenga presente el sistema.
Las cajas de resonancia social que forman la opinión
pública, trasmiten ideas por las cuales es bueno salir de casa, de la aldea,
ver mundo, y quizás por ello hay a quien no le importa salir a trabajar lejos,
salen con gusto, dicen, porque por necesidad dan al trabajo más importancia que
a los aspectos más importantes de la vida que dejan atrás.
Algún día volverán.
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Entre quienes se quedan, en las horas libres han de
ocupar el tiempo en hacer cosas que sean rentables. Si no son rentables no merece
la pena perder el tiempo en hacer nada. Si acaso hacer: entretenerse con algo que
se pueda entender como una inversión para el futuro personal, bueno siendo así:
no importa hacer como que hacemos y así nos entretenernos y no pensamos.
Estos circunloquios que parece no decir nada: lo dicen
todo.
Así, en otro
punto, nos encontramos que una parte importante de la juventud, en ese hacer
cosas para que sean rentables y sirvan para ganar dinero, estudia economía y
administración de empresas y organización del trabajo.
Qué inmensa perversión del conocimiento.
No saben que es todo mentira.
Una nueva teología, otra religión sin dios verdadero.
Para trabajar y hacer trabajar a los demás sin
sentido.
No hay remedio: vivimos en un gran contrasentido,
.
Lo más importante de la vida en los que se refiere al
factor humano: ser felices y hacer felices a los demás, ser suficientes,
autónomos incluso independientes ante los problemas más cotidianos y tratar de resolverlos
en lugar de enmarañarlos, ser solidarios y ayudar a los semejantes en sus
necesidades y en sus limitaciones, cuidar de nuestro entorno natural, animal y
humano. Cosas importantes para llenar las vidas de cimientos y sentido: que ni
se estudian, ni se aprenden, ni se practican, porque no nos queda tiempo
después de tanto trabajo. Quizás si un día nos encontramos con quienes han
aprendido de estas materias seguramente es: porque han sabido buscar la cara
amable del trabajo.
No han trabajado.
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Entiendo que se haya establecido la organización
social sobre la base de que una parte importante de la población ha de entregar
una parte de su vida al trabajo. A veces, pudiera ser que se hubiera de hacer
la propia vida en torno al trabajo y a sus exigencias, pero no es posible
llegar al punto de que el trabajo haya de absorber los mejores días de la vida en
sus mejores horas y dar un barniz embrutecido al resto del tiempo, convertido
en tiempo muerto de la vida.
A ese punto y lugar es al que nos abocan.
Si se pudiera recortar los tiempos que las personas
han de dedicar a trabajar, si además se entiende mejor no estudiar cosas que
sirvan para trabajar porque entonces es como si no sirvieran para nada: ¿qué va
a hacer las personas que ahora ya viven sin saber qué hacer, si trabajando
menos se les obliga a tener mucho tiempo libre…?
Pues seguramente trabajar, trabajar en lo que a cada
una de ellas le guste y quizás estudiar sobre aquellas cosas que ellas mismas
han aprendido sin darse cuenta.
Porque sobretodo la sociedad ha de fomentar el ocio:
un ocio activo conformado con todas aquellas aficiones que sin duda tenemos las
personas. Esas que no evitó el sistema educativo, ni la influencia de los
medios de comunicación y que son las que en definitiva van conformando nuestro
patrimonio más importante: nuestras propias vidas.
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Pero volvemos con la mula al trigo:
El sistema también ha visto las posibilidades del ocio
social y puede aprovechar para dar vida a nuevos y grandes negocios en un
sector con posibilidades de crecimiento.
Las personas tienen unas pocas horas cada día en unas
condiciones de descanso y relajación, un par de días cortos a la semana de
fiesta y unas pocas semanas al año de vacaciones. Estas posibilidades las
contempla el sistema como un mercado en el que también se pueden contar
ganancias. El ocio pasivo y los grandes espectáculos de masas que alimenta y
embrutece al rebaño: es su negocio.
Hemos de saber dar valor a lo que he
dado en llamar de manera provocadora el derecho a la pereza entendido como el derecho
a hacer lo que no dé la gana, que además, en la medida de lo posible, ha de ser
cosa contraria de la que los jamelgos que no llevan en manada.
La manera de entender el ocio y el derecho a la pereza
como el camino para el crecimiento personal es la parte más difícil de entender
de este conjunto de ideas que planteo en el camino hacia la abolición del
trabajo.
Sin embargo: es la prueba de que el sistema y la
civilización va cambiado y que por la propia caída del peso de las cosas:
habremos de vivir de otra manera más sencilla en poco tiempo. Cada vez somos
más personas que tenemos actividad para nosotras mismas o entregada a los demás.
Personas que trabajamos y que no lo hacemos por dinero ni por las ganas de
conseguirlo y que remarcando los perjuicios del trabajo: nos pasamos el día
trabajando. Y más personas que ejercen la libertad individual de no trabajar.
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Porque la esclavitud, más que la explotación entendida
en otros términos tradicionales y equívocos, sigue en vigor en todo el mundo
conocido y reconocido.
No se puede ocultar esta circunstancia tras un
contrato de trabajo, aunque sea legal y reglado y pactado por las
organizaciones sindicales, porque de una manera u otra, las personas que
trabajan venden trozos de su vida, medidos en días y horas, a cuenta de tener
derecho a paliar algunas de sus necesidades vitales que le permitan volver a
trabajar al día siguiente.
Porque también hay que denunciar a quienes defienden
el trabajo asalariado como la mejor forma de organización económica y social. Las
grandes desigualdades sociales, las cotidianas y las estructurales, las
injusticias y discordancias a las que no hemos de enfrentar todos los días, y
sobre todo las que tienen su caldo de cultivo en las clases más bajas de la
sociedad, tienen sus raíces en el trabajo.
Ante la herencia que hemos de dejar a las siguientes
generaciones, tenemos la obligación de transformar este sistema económico que
nos absorbe, y que nos hace odiar el trabajo cuando tenemos trabajo y esperar
angustiados a tener un trabajo cuando estamos sin trabajo.
Habremos de superar esa maldición cultural que
llevamos empeñada en el subconsciente y que nos hace medirnos y valorarnos en
función del trabajo que hacemos o no hacemos, que tenemos o no tenemos.
Estoy seguro, de que en la medida en que las cosas vayan
cambiando, llegará un día en el que trabajará quien quiera, en lo que quiera y sin
más organización del trabajo que la de atender las necesidades de las personas
y el sostén de su existencia, y sin más exigencia que la que imponga con
naturalidad y sin estridencias la dinámica social.
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Para que vaya llegando es absolutamente necesario tener
la convicción de la importancia que tiene el trabajo.
El trabajo más sencillo como: cuidar a niños y
ancianos, atender las labores domesticas, servir de chofer o de jardinero, hacer
aquellas tareas manuales y artesanales más simples, si no se la hiciéramos a
los que tienen mucho dinero, de nada les serviría su dinero.
Trabajos sencillos pero que sin duda son los que
permiten a los poderosos ser poderosos y a los ricos sentirse ricos, porque
además en su subconsciente no nos quieren comprar el trabajo que le realizamos,
sino que en realidad quieren comprar nuestras vidas y ponerlas a su disposición.
Para ir acabando.
Estoy convencido de que se ha
trabajado demasiado en el mundo. Dicen que ese trabajo ha creado riqueza, no
hay que mirar a nuestro alrededor y ver la evidencia. Sin embargo creo que en
realidad tanto trabajo lo que ha creado es mucha pobreza económica y espiritual,
insolidaridad y egoísmo en las sociedades, y una civilización tantas veces trastornada
por las injusticias que ya no se pueden ni reconocer.
En estas últimas
palabras quiero dejar quiero dejar tres ideas básicas y radicales que me
parecen importantes a dar por buenas y retener en nuestra manera de pensar.
Ideas que motiven a actuar y a buscar los caminos por los que debiera llegar la
abolición del trabajo, que como se entiende en esta civilización y en este
sistema económico: es insoportable.
- Quien impone un trabajo extra es el mayor enemigo de
los trabajadores y de la dignidad del trabajo y el sistema se basa, en que unos
trabajadores impongan el trabajo al resto.
· - Debiera estar prohibido que un hombre pudiera contratar
para trabajar a otro hombre. Esta circunstancia es la que mejor demuestra el
estado de esclavitud que todavía existe, porque todavía no se ha abolido el
trabajo forzado.
- Habrá de construirse una organización social de tal
manera que a la persona que tenga dinero no le sirva para comprar la vida de
los hombres.
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Acabo y ato cavos.
El tiempo es oro nos contaba Don Eusebio cuando éramos
niños en aquella escuela fascista en la que cantábamos el cara el sol y nos
enseñaba a rezar.
Pues eso: porque todo nos lo han hecho creer por las
malas y en nuestra contra, y nos siguen queriendo hacer cantar la misma canción
y rezar al mismo dios.
Muchas gracias por escucharme y comprenderme.
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