viernes, 5 de julio de 2013

Denuncia contra la Policía Foral


A la atención del Jefe de la Policía Foral.
de la Comunidad Foral de Navarra.
Buñuel a 28 de Junio de 2013.
 
Muy señor mío.
    Pasados unos días desde que ocurrieron estos hechos, como mejor proceda, voy a relatarle lo que me sucedió el pasado sábado 8 de Junio de 2013 en Buñuel, mi pueblo, para que conociendo estos hechos: pueda obrar usted según le dicte su profesionalidad y su conciencia.
 
Esa tarde, mi esposa Juanamari y yo, después de echar la siesta, decidimos ir al huerto a plantar unas tomateras y pasar la tarde en el campo. Eran la cinco de la tarde cuando salimos de casa. Aunque estaba nublado y amenazaba lluvia pensábamos pasar una tarde tranquila aunque hubiéramos de resguardarnos de algún chaparrón bajo el abrigo de la caseta.
   Cuando nos montamos en el coche no nos hubiéramos podido imagina qué nos iba a pasar en un par de minutos más en medio de la tranquilidad que ofrece un pueblo y que crea ese ambiente en el que no nos importa despreocuparnos de según qué cosas.
   Saliendo del pueblo a lo lejos vimos una pared roja que cortaba la carretera.
   Algo ha pasado, pensamos ante tanta demostración de fuerza policial.
 
Al acercarnos cuatro policías forales nos echaron el alto y nos urgieron a aparcar en el arcén. ¡Buenas tardes, estamos haciendo un control preventivo de alcoholemia… ¿le importa hacerlo? Me dice uno de los policías. ¡Sí, sí no tengo ningún problema….! ¡Sople durante unos segundos… bien sale cero…! ¡Claro, claro, no bebo…!
   Me cuesta adivinar que hacía un control de policía a las cinco de la tarde en un pueblo como el mío: un pueblo fantasma en el que es imposible que pueda pasar nada. Tampoco  entiendo cómo es posible que un procedimiento, una instrucción policial, pueda instar a cortar una carretera de estas características con tanto alarde como si se quiera así cortar el cierzo.
   Posiblemente el policía que me espetaba por la ventanilla escuchó estas mis preguntas en mis adentros. ¡Me da el carnet de conducir…! Entonces me veo con mi traje de hortelano lleno de barro, pero sin la cartera en el bolsillo. ¡No lo llevo… lo llevo en la cartera en la americana y me la he dejado en casa, porque vamos al huerto, que está ahí mismo, a doscientos metros a plantar unas tomateras... Me llamo Pedro José Francés Sayas y soy de aquí, de Buñuel. A continuación le enumeré mi carnet de identidad.
 
Tratando de relajarme y de transmitir confianza ante esta situación de pan y melón, y alimentando esa costumbre que tengo de dirigirme por su nombre a las personas con las que hablo, le pregunté al policía como se llamaba.
   ¡Este es mi número me contestó soliviantado…!
   Me paro a pensar ahora y no entiendo por qué quien tiene el derecho a pedir que nos identifiquemos no tengan la obligación de identificarse y que su nombre en lugar de ser Juan Miguel: sea un número.
   Además al policía le sirve su número y a mí no me sirve el mío.
   Hasta ese momento las palabras que me dirigió el policía 0646 eran las justas pero un tono imperativo que ya empezaba a intimidarme y a hacerme sentirme con una intranquilidad a la que no creo que nadie tenga derecho a someterme.
   Entonces se dirigió a mi esposa. ¿Y usted, usted lleva documentación…? ¡No, no la llevo, la llevo en el bolso y no lo he cogido. Juanamari le mostraba la bolsa en la que llevaba la botella de agua fría y las plantas de tomate. ¿Puedo ir a casa a por ella…? Les preguntó mi esposa. ¡Vivimos aquí mismo…! ¡No, no, ustedes de aquí no se mueven… les llevaremos a identificar al cuartel de la Guardia civil…!
 
Ante la incapacidad del policía para entender y admitir con normalidad que dos personas mayores que tienen todo el aspecto de ser matrimonio serio y responsable fuéramos a la hortaliza sin llevar el carnet de conducir ni ningún otro documento que los identificara, y estando su domicilio a menos de trescientos metros, yo tan solo advertía unas disposición inmensa a amargarnos la tarde con su abuso de autoridad.
   Así era. En otro caso nos hubieran dicho: circulen y buenas tardes.
 
Un segundo policía, el 0968 se acercó a la ventanilla con una sonrisa de esas que se muestran traicioneras aunque se trate de ocultar sus intenciones. ¡Por favor: me da la documentación del coche…! Juanamari sacó la documentación de la guantera y se la entregó. Como el coche es de nuestras hijas el problema de identificación no solo no se resolvió sino que se complicó.  ¡Y además, la I.T.V. la tienen ustedes caducada…! La sonrisa se tornó en maliciosa. ¡Les vamos a tener que denunciar…! ¡No puede estar caducada: el vehículo lo compramos en el mes de agosto del año pasado y entonces la tuvo que pasar…! Les dije seguro de lo que decía porque además es verdad. ¡Eso será lo que diga usted…! Me contestó el policial mostrándome la seguridad de que le estaba mintiendo.
   A través de la ventanilla del vehículo, hubo un serio cruce de palabras en el que los dos policías nos empezaron a tratar como si fuéramos unos delincuentes a los que les habían hecho presa y a los que no se podía dar ventaja ni mostrarles un ápice de piedad.
 
Mientras tanto, y ya habían pasado más de diez minutos, yo me había percatado de  que a dos metros del coche, un tercer policía me llevaba mirando fijamente escondida su mirada tras unas gafas de sol, en jarras, y en una posición: chulesca, inquisitoria, y amenazante. ¡Si me vas a seguir mirando, por educación, por lo menos quítate las gafas, que está nublado…! Por primera vez puse pie en tierra para liberarme de esa sensación de acorralamiento en el que me habían colocado sin darme cuenta. El policía volvió a tomar nota en una libretita que llevaba en la mano. Yo vi su placa 0985.
 
¿Es posible que estemos formando a los cuerpos de seguridad con criterios democráticos y de respeto y cercanía a la ciudadanía, o por el contrario, cuando se muestran nuestros policías ante nosotros los ciudadanos con esas poses tan típicas de la películas americanas con las que se distingue al policía malo, nos demuestran que en realidad estamos conformados cuerpos de seguridad en lo que el principal objetivo es amedrentar a la población y atentar contra los derechos más elementales de las personas…?
   O ¿Serán imaginaciones mías…?
 
Pero ya estaba muy nervioso y Juanamari también salió del coche, estaba angustiada y ya no sabía qué hacer ni qué decir. ¡Pedro tú estate tranquilo…! Me decía asustada y previendo lo peor ¿Por qué no puedo ir a casa a por su documentación? Les dijo a los policías que no podían parar siguiendo su guion para  mostrar firmes su fuerza y autoridad. ¡Va a ser la mejor solución, que vaya esta señora a su casa…!
    Juanamari salió hacia casa preocupada de dejarme solo y corriendo a traer la solución.
 
Cuando me quedé solo me aparte del coche y de los policías y uno de ellos se acercó y quiso mostrarme otra versión de lo que estaba pasando. Es importante que usted como Jefe de la Policía conozca este detalle. ¡Tienen que entender que nosotros somos unos mandados y que hacemos lo que nos mandan…! Me dijo. ¡Ya, ya y obedecéis sin necesidad de que os manden…! Le dije. Y el día que os manden matar, matareis y diereis que habéis matado porque os lo han mandado. Pensé pero no lo dije.
 
 Estaba solo en una carretera en la que en los últimos treinta minutos no había pasado ningún coche. Buena prueba de la escasa racionalidad de poner un control preventivo en un punto en el que hay muy poco que prevenir. Además, seguramente ante tanta ostentación de fuerza policial que había en la entrada al pueblo, si algún vehículo circulaba hacia la salida, desde lejos, la veían sus conductores como la había visto yo y tomaban otra calle para no toparse con la autoridad. Si no es que se había corrido la noticia por el pueblo de que allí estaban y todos que pensaban salir habían decidido quedarse en casa.
   Pasaban los minutos de manera rápida y mi corazón también aceleraba su ritmo.
   Ellos llevaban las pistolas al cinto y yo solamente veía sus pistolas.
   Eran sus pistolas las que me impedían que me fuera al huerto a pasar la tarde. Pensaba en salir corriendo hacia el huerto y descansar en el porche de la caseta pero tenía miedo. Recordé que en esa misma carretera, en otros tiempos, al menos tres personas habían sido abatidas a tiros cuando escapaban del terror que habían creado otros hombres armados.
   Que se habían querido fugar alegaron sus cazadores.
   Por favor dejen que me vaya. ¡Usted quédese ahí y no se mueva…!
   La sensación de terror iba creciendo dentro de mí hasta que en un momento puse el coche en movimiento y me bajé mientras el coche seguía andando. Alguno de los policías gritó: ¡No se mueva...! pero yo ya no sabía qué hacía. Entre aquellos cuatro policías que hacían ostentación de superioridad e impunidad, el maltrato sicológico al que me estaban sometiendo de manera sutil se apoderaba de mí y estaba haciendo mella y ya no me importaba que el coche siguiera andando solo.
 
Mientras tanto el policía que aparentaba ser el jefe anotaba todo discretamente en la libreta pequeña tal y como recuerdo que hacía el teniente Colombo y me retrotraía a otros tiempos que me atenazaron de joven y que al parecer han dejado huella en los modernos procedimientos.
   Poco a poco me estaba sintiendo muy mal físicamente.
   ¡Por favor… déjenme irme de aquí, que verán el coche aparcado en el huerto que está ahí mismo…! Les pedía por favor sin que mis ruegos le hicieran cesar en su ensañamiento. Soy diabético y la glucosa me subía por segundos engordando mi lengua hasta el punto de no poder articular las palabras y sintiendo la sed secando mi garganta. Sentía una presión dolorosa en mi cabeza porque me estaba subiendo la tensión sanguínea. También tengo un problema de subidas inminentes de tensión.
   ¡Por favor… déjenme irme de aquí…!
   Quería escapar de aquel espacio que se había cerrado en mi entorno con una tela de araña de terror. ¡Por favor déjenme ir que me estoy poniendo enfermo… que estoy enfermo… que soy un enfermo… que me está dando una subida de azúcar y me va a estallar la cabeza por la tensión. ¡De aquí no se mueve…! Nada de compasión. ¡Si quiere llamamos a una ambulancia. Un poco de compresión del manual burocrático. ¡Sí, sí, llámenla…! ¡Ya ve que si hace falta también estamos para servirle…! Me dijo el policía 0533 con cierto recochineo con el que el ensañamiento envuelto entre un poco de cinismo mostraba toda su crudeza.
    La situación comenzaba a sacarme de mis casillas.
   ¡Por favor llamen a un médico que me va a estallar la cabeza…!
 
Los minutos que pasaron mientras llegaba la ambulancia me llevaron a comprender y contrastar la conducta de estos cuatro policías en esta tarde que difícilmente olvidaré.  Si cuando los vi la primera vez me pareció que estaba haciendo un despliegue excesivo para estar patrullando en un pueblo anodino como el mío; si luego vistos de cerca tenían una pose con la que imitaban a los policías malos de una película mala; ahora, pasada más de una hora los estaba apreciando como unos hombres degenerados, que en ese no saber qué hacer con ellos que tienen sus jefes, se habían tomado como un entretenimiento con el que pasar la tarde: la cruel hazaña de amargarnos la tarde, sin más placer que demostrar su poder y su autoridad y quizás en último extremo su impunidad.
   Nos había tocado a nosotros como le podía haber tocado a cualquier otro
 
Yo estaba aterrorizado pero al ver venir de lejos a Juanamari me fue llegando un poco de tranquilidad aunque se asentaba la idea de que la conducta, de que el comportamiento criminal de estos policías, me estaba llevando a un colapso físico y casi a la locura.
   Comencé a gritarles y a insultarles y a acusarles.
   No recuerdo qué les dije, ni lo quiero recordar.
   Y llegó el médico. 296 de glucosa 23-11 de tensión.
   Por favor sáqueme de este espacio de terror.
   Y llegó la ambulancia.
   A las seis y medía salíamos hacia el Hospital de Tudela.
   El parte médico está en el juzgado.
 
Pasados más de veinte días todavía no he recuperado el tono vital y aún, sigo teniendo miedo sin embargo me han condenado en un juicio en el que no estaba presente.
Pero esa es otra historia.
 
Como mejor proceda espero su contestación, si no para pedirme disculpas sí al menos para explicarme cómo y porqué pueden ocurrir estos sucesos a un matrimonio de cincuenta y algunos años que van a pasar la tarde al huerto de su propiedad en su propio pueblo.
Muy atentamente.
Pedro José Francés Sayas.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Requien por Caja Navarra.

        En estos días, algunos políticos están tratando de destapar y hacer públicas las irregularidades de todo lo ocurrido en la dirección política y económica de CAJA NAVARRA. Estos representantes consideran que hacen análisis y planteamientos, reivindicaciones y denuncias desde una visión social de izquierdas y que en definitiva tratan de cambiar el estado de cosas que han dejado los autores del desaguisado. Con esta actividad de denuncia pretenden acorralar en el Parlamento de Navarra a los consentidores y autores indirectos del estropicio, a la ideología que los sustenta y hacer caja de resonancia social y política que avale su futura honradez. Por otro lado estas actuaciones de denuncia también tratan de esclarecer las extrañas circunstancias  que en medio de una crisis inapelable han dado con la desaparición paulatina en los últimos años de la entidad bandera de Navarra del mundo financiero autóctono.
        Para ello bandean algunos argumentos inocuos: sedes absurdas, dietas, información privilegiada, créditos blandos, viajes, vacaciones.
        ¡Vah poca cosa…!
        A quienes acusan se defienden como gato panza arriba.
 


Estos políticos, mientras que todo sucedió, estaban allí y de poco se enteraron, ahora han de utilizar unas pobres informaciones que han aparecido en los medios de comunicación para tratar de poner cerco a los maquiavélicos dirigentes.
 
      A la par, tenemos sirviendo de correa de transmisión, a un movimiento social y de consumidores que se desgañita tratando de imputar por algún delito a los antiguos dirigentes de la entidad: tanto técnicos como políticos, recabando el apoyo popular con un considerable éxito pero con ninguna eficiencia.
       Sin duda que tienen mi apoyo aunque le haya de valer de poco.
      Sin embargo, nadie se atreve a entrar en el aspecto más trascendente y profundo que ha significado la verdadera corrupción, desfalco y descalabro de CAJA NAVARRA. Nadie denuncia que en realidad se ha hundido con todos los recursos que habían cogido de aquí y allá a los navarros y dejando un espacio económico más o menos quebrado, pero que en realidad, ha habido quienes se han beneficiado y han sido los suyos. Los de quienes han tenido la sartén por el mango y que se han visto gratuitamente beneficiados durante mucho tiempo.
        La capacidad que ha tenido la estructura empresarial y humana en cada rincón de Navarra, la red económica y de intereses que ha tejido CAJA NAVARRA que llegó a representar los ahorros de unos y el crédito de otros de más de la mitad de la población, la ha utilizado los políticos que coparon el poder de una manera un tanto arbitraria en los últimos años se pusieron a jugar sin destreza en el juguete financiero que tenían en sus manos y que lo podían ver corretear desde las mismas ventanas del palacio de gobierno para invertir el dinero allá donde han querido y prestárselo a quien han querido. Pasadas estas dos décadas han quedado huellas y heridas que son difíciles de borrar y curar.
       En ellas está la verdadera corrupción.
       A quiénes les han llenado los bolsillos
       Y a quiénes les han negado el pan y la sal.
 
       En la última semana han sido varios los amigos con los que he comentado y discutido sobre este asunto y por los argumentos que utilizaban en mi contra me he decidido a escribir estas páginas.
      No seré yo quien defienda en estas reflexiones a los políticos que han trabado y manejado el sistema en estos años y si no en la cárcel sí que me gustaría verlos pronto en sus casas criando geranios.
      Ahora resulta divertido observar cómo se van dando las cosas.

Lo primero que he de decir es que por muchas razones que seguramente quedarán patentes en estas páginas, yo estoy muy satisfecho porque esta entidad financiera haya caído estrepitosamente y haciendo el más inmenso de los ridículos. Me alegré de que su poder se hubiera diluido como un azucarillo y que los políticos que nos han gobernado y que nos gobernaran fatalmente, de una manera u otra, se haya quedado diezmada esa parte de poder tan trascendente y determinante como oscura.
       No voy a llorar: ni por la entidad, ni por quienes trabajaban en ella, y mucho menos voy a llorar de la misma manera en la que lloran muchos porque se haya caído una piedra del sistema pero que entre llantos y lágrimas siguen trabajando para que el sistema se sostenga y enderece su rumbo y si es necesario que esta piedra angular de la economía patria se vuelva a reconstruir de alguna manera.

Quien quiera considerar que la labor de CAJA NAVARRA tenía o podía haber tenido las características de un Banco Público está muy equivocado. Quien pueda esperar que un ente como este fallecido pueda ser recompuesto para que pudiera servir como una nueva manera de entender la financiación pública, también.
       Hace más de veinte años, cuando las cajas de ahorros quisieron entrar en el mundo comercial: el de los grandes negocios y empresas y del movimiento vertiginoso del dinero y de servicios de la banca comercial y así acabaron con la idea de Banco popular y público. Cuando decidieron dejar en un segundo plano la condición de caja de ahorros y montes de piedad con el que apoyar a los más necesitados de la sociedad y el crecimiento económico sostenido en el suelo social, todo cambio inexorablemente.

Han sido muchas veces las que en los últimos años había intuido pronosticado incluso deseado este fin, que más que dramático ha sido cómico, sobre todo por la manera que tienen ahora de escurrir el bulto todos los que allí estuvieron, de los unos y de los otros. Sin presunción de ninguna clase pueda asegurar que desde fuera se veía con claridad que era imposible mantener el estatus que se mantenía en esa entidad. Esas muestras se superioridad y suficiencia que se podía observar cómo se hacían presentes en: las mejores oficinas, las mejores instalaciones, los mejores sueldos, los mejores trajes y las mejores camisas. Yo lo he visto cuando he ido a sentarme un rato para pedir financiación.
      A más de algún director de sucursal y de las altas esferas, ya le había asegurado en varias ocasiones cuando me veía impotente y contra las cuerdas porque no me daban financiación: ¡Antes caerá la CAJA de AHORROS que esta empresa para la que vengo a pedirte financiación para tal o cual proyecto…¡ Fue a alguno de aquellos que aparentaban ser ministros de economía.
       Paradójicamente, aunque esta crisis está siendo muy dura, casi todas las empresas por las que recuerdo pasé y que en algún momento sucedió una conversación similar a ésta, en medio de la crisis todavía están con vida vadeando el temporal tan instruidas como están, desde hace tiempo a vivir sin crédito.
        Así se fueron buscando la ruina estos banqueros de gobierno.
        Y así nos fueron perjudicando a todos: a unos más que a otros.

Los dueños de CAJA NAVARRA aprovechando el mercado en el que era dominante para hacerse pilar fundamental del sistema en la comunidad. Decidieron que habían de tratar de coger de las cartillas de jubilados y empleados con nómina como una manera de hacer cautivo una parte importante del mercado de pequeñas imposiciones y pequeños créditos con las cuentas aquellos atípicos que se inventaba el sistema financiero cada día y había que cargar en las cuentas deudoras todos aquellos gastos que se pudieran imaginar aunque ninguno de ellos se ocasionara y pusieron en marcha un nuevo proceder con el que tener más poder político económico y social siempre con arreglo a la normativa del Banco de España.
       Había que empezar a hurtar en pequeñas cantidad.
       Robar que se dice en mi pueblo y que suena más real.
       Robar de pocos a pocos para quedárselo para ellos en su caja.
      Y sobre todo, ojo al parche, para robarles más a los que estaban en las peores condiciones económicas, a aquellos que no pueden protestar y que además han de quedar agradecido. Actuaron de la misma manera que la banca tradicional más tramposa y usurera, aquella que provee de dividendos a los accionistas sin importarles cómo se ha ganado el dinero... y todo para ellos.
      Cuarenta y cinco por ciento T.A.E.
       Esto yo lo he visto en miles de ocasiones.
       Posiblemente hubiera una parte muy importante de los empleados que nunca entraron a este juego, incluso que nunca se enteraron de que este juego existiera, que con alguno de ellos me he encontrado, y si lo conocían y participaban en él posiblemente lo hicieran que era norma y no tal inmoral y nauseabundo como se puede apreciar en estos tiempos de penurias.
        Pero eso es lo que había y sabiendo o sin saber: iban cogiendo cucharadas.

 ¿Y quiénes son ellos…?
        Ellos son ellos y los suyos.
        Sin necesidad de ser accionistas de nada. No les ha hecho falta.
        Los primeros afectados de la caída de la ensoñación han sido los empleados que encontraron su trabajo en los últimos veinte años al pairo de los tiempos llamados democráticos y que han visto cómo los veteranos se fueron yendo con los bolsillos llenos y ellos se van a quedar hasta sin mesa de trabajo.
       Aquellos empleados que fueron saliendo hasta ayer y que se creían mucho más que nadie nada más que porque trabajaban en la caja, en la de Navarra, no en las otras, que las otras eran otra cosa.
       Eran los empleados de la caja.
       Unos empleados subidos en una montaña de soberbia y con más dignidad de pega que un ministro de economía, de mayor nivel que cualquier otro empleado de banca tal y como ellos tienen una profesión que es difícil de discernir si son banqueros o bancarios pero que en realidad son unos ladrones que han aprendido a robar con arreglo a la ley y no les ha importado porque en ellos les iba el sueldo.
       Soy consciente que esta acusación es muy grave.
       Cualquiera se sorprenderá de que la haga sin despeinarme pero es que estoy tan acostumbrado a verla cada día que ya tengo el convencimiento de que ni siquiera haya de explicarla porque todas la personas que hayan tenido algún contacto con ella y le hayan ido un poco mal dadas las tiene que haber visto como lo he visto yo.
       La CAJA NAVARRA desde de mando del Gobierno Foral y con el asentimiento de todos los grupos políticos parlamentarios, tenía como principal objetivo social aupar la economía de los navarros luego les pagó a todos ellos por su labor de brega cuenta a cuenta.
        Para dar forma al objeto social, crearon una red de beneficiarios entre las personas mayores con los Club sociales y en los últimos años con la estrategia de “tú decides” crearon un apoyo democrático a los más audaces proyectos sociales… pues no: a pesar de esta red social que daba barniz a sus chanchullos su mayor obra social ha resultado ser los planes de pensiones de quienes contrataron entre los años setenta y ochenta y que les han servido casi tres décadas.
        Esta es una de las caras más ancha de la corrupción.

       En estos últimos meses se ha sembrado muchas reticencias sobre la labor y conducta de los nuevos propietarios en el fondo porque el alma navarra ha perdido el control del poder y lo que es peor porque ha sido sustituido por el poder catalán que cualquiera sabe dónde va a ir a parar. Piensan ellos que han visto desparecer su chiringuito.
       Esta es otra cara más de la corrupción: su chiringuito.
       Ha sido su aspecto más transcendente y grave.
       En estos últimos veinticinco años, he visto proyectos denegados porque no había una empatía ideológica y más que nada porque no había una llamada que los alentara.
        En este tiempo, en mis acercamientos por cuestiones de financiación a las distintas sucursales de la entidad he visto, todo legal, financiación a todo tipo proyectos que estaban muertos antes de iniciarse pero que habían sido premiados con el beneplácito de la autoridad, algunas veces una subvención importante que también era susceptible de ser financiada. Casualmente en algunas ocasiones he sido testigo de cómo con una llamada de teléfono se daba por aprobada una financiación de cierta envergadura o por denegada. He visto proyectos inviables que además en última instancia había sido avalados por SONAGAR proyectos que eran auspiciados amparados y alentado de una manera u otra por el poder político pero siempre dirigidos a sus intereses, a los intereses de los suyos.
        Así es como se han apoyado unos proyectos y no otros, a unas empresas y no a otras, a una zonas y no a otras, a unas familias y no a otras y en definitiva a muchas le han regalado el dinero y las oportunidad y lo que es peor: “todo con criterios profesionales y empresariales…” lo he podido comprobar en muchas ocasiones.
        Nunca me he podido creer que fuera casual que empresas con una buena estructura financiera y solvente con unos balances bien equilibrados nunca encontraran financiación en CAJA NAVARRA y sin embargo a la vez comprobaba como empresas descapitalizadas y con unos proyectos vacíos  eran financiados a mansalva incluso con el aval de SONAGAR.

Por último también creo que hay un aspecto que es determinante y que tampoco se cuestiona. Yo no voy a defender a Enrique Goñi, que en definitiva es la mano ejecutora de todo el chandrío que se ha organizado en el último tramo, pero estoy convencido, porque lo he vivido muy de cerca, que todo había empezado antes con los designios y las formas de hacer de Lorenzo Riezu y los suyos.
      Su modo de proceder era una manera discreta de seguir los mandatos y los designios del alma de la unión del pueblo socialista de Navarra para no ser menos que ningún otro vecino. Aquella estructura profesional trataba de que toda la organización defendiera unos sentimientos muy específicos y los intereses consiguientes poniendo en práctica aquello que había que defender
       En cuántos proyectos sin sentido se invirtió en oposición a otros.
       Aquellos tiempos no son inocentes de lo que ha sucedido ahora.
       Las primeras cartas del castillo de naipe se colocaron entonces.
       Un cambio de sistema de manera engañosa y solapada.
       Esta ha sido la verdadera corrupción.

El aspecto que hay que tratar de darle forma y meterlo dentro la historia para poner marco a las denuncias y reivindicaciones y alternativas. Porque lo moderno de ahora, lo que ha llevado a la quiebra a la caja de Navarra con los vaivenes de la crisis tiene otros progenitores, Solchaga, Solbes, Rato y Almunia.
      No me cabe duda de que una parte importante de la población señala con el dedo a los trileros, pero son sus trileros, y les acusa ahora, pero es igual, porque están de acuerdo con el sistema, ese sistema que respetaba sus privilegios y lo absorberán mañana.
      Menos mal que ha caído: porque quienes nos dirigen esta ruleta infernal de unos contra otros en vez de todos para todos, se han quedado sin su juguete con el que poder sacar para adelante sus ensoñaciones.

Todos tienen ya suficiente castigo.